Último paseo por Setúbal

(...)     Se sentó a mi lado sin mediar más palabras y, tras compartir unos minutos de cómodo silencio, me contó parte de su historia, desde los fríos caladeros de Terranova hasta las exóticas colonias portuguesas del África, las Américas o el lejano Oriente: Macao, Damán, Goa, Mozambique, Santo Tomé, Guinea, Cabo Verde, Timor...

Las cosas viejas

A bordo del Cabo Cee, en la Mar, en los 35º 40N 007º 52W. A 30 de febrero del 2012. Jueves.    Es una noche obscura, sin luna, y el cielo está absolutamente encapotado. La Mar, fuerte marejada, nos pega justo de través y hace balancear el barco acusadamente.

Meditaciones.

Un marinero pesca desde toldilla al amanecer.

Navegamos frente a las costas lusitanas, ya rebasados los cuarenta y un grados de latitud norte. El tiempo continúa inusual y sospechosamente tranquilo para esta época del año, el Océano Atlántico Norte en invierno suele estar agitado y bravo. Llevamos tiempo navegando en bonanza, desde que embarqué hace más de tres meses; pero tarde o temprano tendremos que volver a vérnoslas con alguna tempestad. Si tras la tempestad siempre viene la calma, es igual de cierto que tras ésta siempre vuelve la tempestad.

Stat rosa pristina nomine…

A bordo del Cabo Cee, fondeados en la rada de Setúbal. A 20 de febrero del 2012. Lunes.     Estamos fondeados de nuevo en la rada de Setúbal. Tras la comida me tumbé a echar una siesta. El sueño fue profundo. Tras una hora de reposo el despertador me devolvió al mundo al toque de Ganando barlovento. Me estiré y desperecé, mirando al techo y abandonándome un rato a mis pensamientos. El barco estaba inmóvil, anclado en el resguardado estuario.

Patrones de agua dulce y erizos cruzando autopistas

El Cabo Cee próximo a doblar la Estaca de Bares y Cabo Ortegal con inusual buen tiempo.

A bordo del Cabo Cee, en la Mar; en los 41º 03’N 010º 05’W. A 24 de febrero del 2012. Viernes. Era una mañana gris aunque tranquila. El cielo estaba cubierto de estratocúmulos grisáceos que ocasionalmente descargaban algo de llovizna, habiendo no obstante buena visibilidad. Poco después, aproximadamente frente a Punta Roncadoira, capté una conversación en el canal 16 de VHF.

Anclados frente a la costa africana

Luna llena sobre Agadir

La Luna estaba llena y se alzaba sobre Agadir, cuyo bullicio podía apreciarse como un sordo murmullo en la noche. Las luces de la ciudad y del puerto lanzaban reflejos anaranjados y titilantes sobre la Mar.

Largando amarras de Valencia

Chimena del Cabo Cee y contraseña de la naviera armadora

Recorrí con la mirada la larga hilera de norays solitarios del vacío muelle, que tantos barcos vieron llegar y zarpar. A veces me recuerdan a ancianos marinos sentados en los muelles viendo ir y venir los barcos, los tiempos y la vida, y recordando tiempos pasados.

Último tornaviaje en el Lola

@_elnavegante_ navegando hacia el atardecer en el último tornaviaje del Lola.

A veces salgo al alerón y me asomo, acodado en la regala, y observo la Mar con detenimiento desde unos treinta metros de altura. Observo su voluble superficie -azul, verde, gris, negra…-. La escruto intentando en vano penetrar en sus ocultos misterios. Me pregunto qué albergará en sus profundidades, qué secretos esconderá. Qué habrá allá abajo, muy abajo, en el lecho marino; en esos obscuros y silenciosos abismos que nadie nunca ha explorado. Cómo será la vida allí, cómo los seres que la habitan, allá donde no llega la luz jamás.

Los barcos se pierden en tierra, y las vidas se las cobra la Mar

Recuerdo a los que la Mar se llevó en la Costa da Morte.

A bordo del Lola, en la Mar. En los 36º 10’N, 011º 30’E Navegando en demanda de Cap Bon. A 9 de octubre del 2011. Domingo. Esta madrugada zarpamos por última vez de Sfax. Al salir de guardia a las ocho de la mañana, ya navegando en mar abierta, bajé a desayunar el habitual chocolate con churros dominical. Luego subí a mi camarote, me recliné en el cómodo sillón de piel sintética negra y me sumergí en el libro que estoy leyendo, el octavo de los doce que me acompañan esta campaña. Al acabar un capítulo completo cerré el libro. Observé a través del portillo que el viento había refrescado, Sudoeste de más de treinta nudos, a ojo. Soplaba el Libeccio, que dicen los italianos. Nuestro Lebeche. La Mar, de un color verdoso muy obscuro que me recuerda a los jardines de las esmeraldas, está por todas partes cimada de blancas rompientes de espuma. Cúmulus grisáceos se desplazan velozmente hacia el Norleste, bajo los deshilachados cirros de las capas más altas de la atmósfera. Entre todas ellas se atisban huecos de cielo celeste.

Con lo grande que es la Mar

La amenazadora proa de un carguero de 106.000 toneladas de peso muerto arrumbando directa a nosotros.

A bordo del Lola, en la Mar, en los 32º 50’N, 009º 45’W A 27 de septiembre del 2011. Martes. «Parece mentira. Con lo grande que es la Mar, y la cantidad de veces que vas a coincidir con otro buque en un mismo punto exacto en el mismo preciso instante» me dije para mis adentros.