Dejando atrás la orilla azul me adentré entre las dunas salpicadas de flora mediterránea, juncos y pelotas marrones de posidonia que la Mar ha arrojado a tierra. Advertí entonces una presencia inesperada por el rabillo del ojo y levanté la vista del libro. Y allí lo vi. O nos vimos. Lo miré. Él me miró. Se detuvo. Yo me detuve. Lo saludé. Él me saludo. Seguí mi camino entre las dunas, y él me acompañó.
Nodens
