A veces salgo al alerón y me asomo, acodado en la regala, y observo la Mar con detenimiento desde unos treinta metros de altura. Observo su voluble superficie -azul, verde, gris, negra…-. La escruto intentando en vano penetrar en sus ocultos misterios. Me pregunto qué albergará en sus profundidades, qué secretos esconderá. Qué habrá allá abajo, muy abajo, en el lecho marino; en esos obscuros y silenciosos abismos que nadie nunca ha explorado. Cómo será la vida allí, cómo los seres que la habitan, allá donde no llega la luz jamás.
Último tornaviaje en el Lola
