Contra viento y marea es el blog que mantengo en la red; por desgracia no lo actualizo con toda la asiduidad que me gustaría, siempre hay alguna excusa que argumentar como justificación: si estoy en la Mar, porque no tengo cobertura. Si estoy en tierra, lo que me falta es tiempo o inspiración, efecto éste que raras veces me sobreviene sino en la Mar.

    En Contra viento y marea publico algunos relatos, anécdotas o reflexiones escritas en la Mar, a bordo de los barcos en que navego o en los puertos que toco; parte de la historia de mi vida marinera.

    Agradezco a los lectores, de corazón, los mensajes y correos ya sean con comentarios, críticas u observaciones. A menudo me hacen reflexionar acerca de puntos de vista -propios o ajenos-, en ocasiones reconsiderarlos, frecuentemente me empujan a buscar información adicional en los libros y siempre me motivan para seguir escribiendo. Son, en resumen, enriquecedores.

Aquí puede accederse al Historial del blog , con la colección completa de entradas.

  • Nodens (4/21/2020) - Dejando atrás la orilla azul me adentré entre las dunas salpicadas de flora mediterránea, juncos y pelotas marrones de posidonia que la Mar ha arrojado a tierra. Advertí entonces una presencia inesperada por el rabillo del ojo y levanté la vista del libro. Y allí lo vi. O nos vimos. Lo miré. Él me miró. Se detuvo. Yo me detuve. Lo saludé. Él me saludo. Seguí mi camino entre las dunas, y él me acompañó.
  • Mateo 6:34 (3/22/2020) - El algún lugar de la Costa Blanca.
A 19 de marzo del 2020. Jueves. Hoy viajé hasta Valencia. Salí temprano, más o menos a la hora del orto; aunque no puede decirse con rigurosidad que el Sol saliera, el día amaneció encapotado y deliciosamente lluvioso. Antes de engullir uno de mis habituales desayunos (tan criticados por muchos por los excesos que implican) salí al campo y alcé la cara, dejando que la lluvia se deslizara por mi rostro y cuello, y sonreí. Nada es más alegre y revitalizador que la lluvia, siempre me trae felicidad.
  • Mar adentro (8/4/2018) - Atardecía en la playa. Era la hora dorada, ese momento mágico en el que la luz parece más intensa e inunda el ambiente con tonalidades cálidas y doradas; un ambiente que permanecía agradablemente templado a pesar de la brisa que agitaba los cabellos, camisas y blusas del grupo de amigos.
  • Muelles nevados al paso de La Bestia del Este La Bestia del Este (3/22/2018) - El buque portacontenedores, de más de trescientos metros de eslora, era invisible a los ojos por la inmensa cantidad de nieve que caía aquella noche sobre nosotros y nos envolvía, arrastrada por el vendaval del Norleste. La aproximación se hizo cuidadosamente con ayuda de los radares, todo a nuestro alrededor era una especie de blanco torbellino de nieve, viento y olas; la visibilidad era tan reducida que sólo se comenzó a adivinar la difusa sombra del portacontenedores cuando su mole se cernía sobre nosotros a unos cincuenta metros.
  • Afuera seguía lloviendo a mares, retumbaban truenos no muy lejanos y relámpagos violáceos sesgaban la noche más allá de los ventanales. En el interior, la gran chimenea había caldeado la casa agradablemente. La partida de ajedrez y otras batallas (12/2/2017) - Afuera seguía lloviendo a mares, retumbaban truenos no muy lejanos y relámpagos violáceos sesgaban la noche más allá de los ventanales. En el interior, la gran chimenea había caldeado la casa agradablemente. Sus dos perrazos estaban serenamente tumbados al calor de la lumbre, que chisporroteaba con el crepitar de la leña. Melodías de Bach parecían fluir en la gran estancia, ocasionalmente interrumpidas por el restallido de algún rayo y permanentemente acompañadas del incesante repiqueteo de la torrencial lluvia en los ventanales.

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