Mar adentro

Atardecía en la playa. Era la hora dorada, ese momento mágico en el que la luz parece más intensa e inunda el ambiente con tonalidades cálidas y doradas; un ambiente que permanecía agradablemente templado a pesar de la brisa que agitaba los cabellos, camisas y blusas del grupo de amigos.

Historias tras los libros

Libro. No estoy seguro de que exista alguna palabra que contenga un significado tan amplio, que abarque tantas cosas, que promueva ideas y recuerdos tan variados y dispares como la palabra libro.

La carrera al norte

La carrera al norte

A bordo del Cabo Cee, en la Mar, doblado Cabo Carvoeiro. A 13 de marzo del 2012. Martes.     Mal día para hacerse a la Mar, martes y trece. Fue lo primero que pensé cuando de madrugada abrí singladura en el cuaderno de bitácora, atracados aún en el muelle, a la espera de práctico.

Otoño

El Mistral encrespa la Mar

A bordo del Lola, en la Mar; en los 41º 03’N y 002º 37’E. A 18 de septiembre del 2011. Domingo. Guardia de alba. El minutero del reloj de bitácora marca poco más de las cuatro y cuarto de la madrugada. Tras gobernar a un solitario buque que venía de vuelta encontrada fui cayendo de nuevo a babor para volver a nuestro rumbo de viaje. Nos cruzamos con el pequeño carguero a unos escasos siete cables, babor con babor. Sus faroles de navegación, indicando su posición y rumbo -rojo y verde los laterales, blancos los topes y alcance- se distinguían con nitidez sobre la negra silueta que se perfilaba en el obscuro horizonte.

A través del portillo

El atardecer reflejado en el cristal del portillo de mi camarote, mientras surcamos el Atlántico rumbo a las Islas Afortunadas. Bajo este portillo escribo estas entradas.

A bordo del Reyes V, en la Mar. En algún lugar entre las islas y la Península, primer tornaviaje. A 19 de marzo del 2011. Sábado. Estoy escribiendo ahora en un marco delicioso. Conseguí abrir el portillo de mi camarote; costó lo suyo, debía llevar décadas herméticamente cerrado. El calor comenzaba a ser muy molesto, bochornoso. Ahora la brisa atlántica refresca el interior de mi camarote, deslizándose entre mi camisa medio desabrochada y mi piel, recién salida de la ducha...