Anoche descendimos el río Guadalquivir, desembocando en el Océano Atlántico poco antes del comienzo de mi guardia nocturna. Salidos de la barra del río viramos a babor fijando rumbo suroeste, directo a Santa Cruz. El viento, Levante frescachón, refrescaba a medida que nos alejábamos de costa y perdíamos el socaire de tierra.
Al garete
