Resultaba evidente que habían desatendido mi orden de despertarme si el viento aumentaba. Me eché encima el capote y salí de mi camarote, echando un rápido vistazo al pasar a la carta náutica desplegada sobre la mesa, donde mis compañeros habían ido marcando las situaciones cada media hora. Me detuve y retrocedí para una segunda comprobación al advertir que tampoco nos encontrábamos sobre la derrota que yo había trazado para el plan de viaje (...)
Viento en las velas
