Mientras recorro por enésima vez los treinta y dos pasos de la manga del puente, con las manos a la espalda y absorto en mis pensamientos, me pregunto qué me deparará el futuro. Se abre ante mí un devenir cargado de incertidumbre. Aún así, si pudiera elegir, preferiría no conocerlo. Perdido en mis cavilaciones me encuentro cuando se abre la puerta y entran en el puente los dos capitanes, el aún al mando y su relevo. El primer oficial, a cuya guardia estoy agregado, traba conversación con ellos.
Andanada a un patrullero
