Stat rosa pristina nomine…

A bordo del Cabo Cee, fondeados en la rada de Setúbal. A 20 de febrero del 2012. Lunes.     Estamos fondeados de nuevo en la rada de Setúbal. Tras la comida me tumbé a echar una siesta. El sueño fue profundo. Tras una hora de reposo el despertador me devolvió al mundo al toque de Ganando barlovento. Me estiré y desperecé, mirando al techo y abandonándome un rato a mis pensamientos. El barco estaba inmóvil, anclado en el resguardado estuario.

Mi viejo Parker

Mi viejo Parker

A bordo del Cabo Cee, en Setúbal. A 8 de febrero del 2012. Miércoles.     Acabábamos de atracar en Setúbal. Yo había terminado con los papeleos en el puente y había bajado a cubierta a echar una mano. Me gusta ayudar a los marineros. A menudo echo de menos el trabajo de cubierta. Dimos la pasarela a tierra y después extendimos la red de seguridad que se coloca bajo ella, cuya finalidad es evitar que la gente o las cosas se caigan a la Mar. Esa tarde no lo evitó.

Patrones de agua dulce y erizos cruzando autopistas

El Cabo Cee próximo a doblar la Estaca de Bares y Cabo Ortegal con inusual buen tiempo.

A bordo del Cabo Cee, en la Mar; en los 41º 03’N 010º 05’W. A 24 de febrero del 2012. Viernes. Era una mañana gris aunque tranquila. El cielo estaba cubierto de estratocúmulos grisáceos que ocasionalmente descargaban algo de llovizna, habiendo no obstante buena visibilidad. Poco después, aproximadamente frente a Punta Roncadoira, capté una conversación en el canal 16 de VHF.

El cocinero del Cabo Cee

Amanece sobre Setúbal, fondeados en el estuario del río Sado.

    A lo largo de estos últimos días hemos tenido algunos cambios reseñables a bordo. Nos hemos desecho de un par de trastos inútiles: la lavadora rota y el cocinero. A bordo del Cabo Cee, fondeados en el estuario del Sado. A 11 de enero del 2012. Miércoles...     Estamos de nuevo anclados en la rada de Setúbal, en el estuario del Sado, frente a la ciudad. Anoche, durante mi guardia, fondeó a tres cables de nosotros el Sylvia, de la Flinter, un pequeño granelero de menos de cien metros de eslora, pabellón holandés. Lo vi entrar por la barra y aproximarse, luego moderó máquina y fondeó, borneando suavemente sobre el ancla de in modo impecable.

De nuevo, Casablanca

Muelle de graneles, Casablanca.

    A medida que avanzábamos los barcos fondeados en la rada iban surgiendo de entre la bruma, quietos y fantasmales, presos de las sólidas cadenas que los anclaban al lecho marino. Imaginé la misma escena antaño, en los tiempos anteriores a la electrónica. Un solitario marinero de guardia en el castillo de proa haciendo sonar una pesada campana de bronce -un repique de cinco segundos, a intervalos de un minuto- cuyo tañido sonaría nítido a través de la niebla advirtiendo a otros navegantes de la presencia del buque fondeado.

Una noche en Setúbal

Caminaba por la avenida que bordea el largo puerto fluvial de Setúbal, la noche era fresca y solitaria. Entonces pasé frente a un callejón del que brotaba música animada. Retrocedí y miré el mal iluminado callejón de adoquines, su boca enmarcada por un arco de piedra, que se adentraba, estrecho y en leve pendiente, entre los obscuros edificios. De algún lugar indeterminado allá adelante surgía la samba. Durante un instante tuve la certeza de haber vivido una situación extraordinariamente parecida antes, en algún otro lugar.

Regreso a mi ría

El Forte de Outão, guardando la entrada al estuario del Sado

Hace algo más de diez días zarpamos del puerto africano y arrumbamos al Norte, en demanda de La Coruña. Durante la tarde de la primera singladura, rebasados los 32º de latitud Norte, el viento arreció y fue refrescando hasta alcanzar fuerza ocho. El bóreas soplaba y levantaba las olas que barrían la cubierta, el Cabo Cee ascendía y descendía encapillando golpes de mar y las tapas de las bodegas crujían y rechinaban con la torsión del buque, sonido que resonaba entre cavernoso y estridente en el interior de las lóbregas bodegas... pues ahí me encontraba yo, con el contramaestre y los marineros...

Agadir

Las grúas descargan los buques atracados en los muelles de Agadir.

Agadir. Esta ciudad africana, fundada por navegantes portugueses hace más de cinco siglos, es en la actualidad un destacado destino turístico. Su puerto sigue siendo importante, sobre todo el pesquero. Nosotros estamos amarrados en el Port D’Anza, que es una extensión al puerto viejo; un nuevo puerto comercial más grande y apropiado al tráfico mercante de estos tiempos.

Anclados frente a la costa africana

Luna llena sobre Agadir

La Luna estaba llena y se alzaba sobre Agadir, cuyo bullicio podía apreciarse como un sordo murmullo en la noche. Las luces de la ciudad y del puerto lanzaban reflejos anaranjados y titilantes sobre la Mar.

La carta 1439

La carta 1439 del Almirantazgo, Sicilia to Nísos Kríti.

Comencé a inspeccionar las halladas en mi camarote. Mientras las recorría una a una -debe de haber casi cien- iba viendo diferentes puertos y costas y mares. Una colección de maestros clásicos de jazz sonaba en mi Mac; Chet Baker sucedía a Charlie Mingus y yo desplegaba sobre el escritorio la carta 1439 del Almirantazgo, Sicilia to Nísos Kríti.